La vida es como el Internet: uno empieza buscando algo y termina encontrado tantas cosas, y tan variadas, y tan interesantes, y tan maravillosas, que uno olvida lo que en principio buscaba.
Y te pierdes, inevitablemente te pierdes y cada vez te pierdes más, hasta que llega un momento en que ya no importa, empiezas a disfrutar el viaje, sin rumbo, sin plazos, sin urgencias, navegar por la vida, disfrutar cada pequeño hallazgo, cada nuevo desvío.
Hasta que te cansas. Uno se cansa de todo, tarde o temprano. Ya no quieres más zapping, no más aventuras nómadas, no más procastinación hedonista. Quieres solamente aquello que buscabas de principio.
Pero entonces ¿Quién nos ayuda a recordar qué era eso que queríamos?